LOS TIEMPOS modernos que ahora padecemos, imponen sus nuevos valores de forma implacable. El utilitarismo en lo comercial y en las relaciones humanas – en general –, se mezclan fatalmente con la impersonalidad que se genera especialmente entre los jóvenes, y en muchas señoras casadas que gastan sus días utilizando las famosas como Whatsapp, Google, Twitter, etc. En mi opinión merecen que Cantinflas les diga “No sea tontita, no sea tontita”, tratando el gran mimo de advertirles de la frivolidad fecundada por la ignorancia y falta de educación; y cuando digo esto, dejo a salvo a toda la gente que sin contar con preparación académica y sin tener dinero acumulado, tienen una sólida educación, refiriéndome a ese tipo que le permite a uno tratar a todos los seres humanos como le gustaría a uno ser tratado, pensando que el ser humano no vale por los bienes materiales que acumula, sino por la conducta que despliegue en público y en privados. Hoy se genera abundantemente una etapa de cosas insoportables: rumores de Estado fallido, delincuencia y corrupción galopante, policías inservibles, jueces corruptos, legisladores convenencieros, sociedad civil nulificada, órganos de fiscalización bajo control, poder presidencial desmesurado y prensa vendida o parcial en sus juicios, (no como vida y salud); todo ello se traduce en insatisfacción que concluye en desesperación.

Nos resulta fácil esconder la cabeza como las avestruces, ignorando los problemas. Ya sea el calentamiento global, el daño a la capa de ozono, la sobrepoblación mundial, la migración hacia Europa y los Estados Unidos o la forma como las grandes corporaciones de la industria farmacéutica tradicional manipulan su negocio para llenarse los bolsillos. Nótese que todos estos fenómenos son susceptibles de ser controlados por nosotros. El reto es entender que el control no es ni bueno, ni malo, por sí mismo. Todo depende de para qué se controla, ¿para que el mundo extermine a los judíos y establezca apartheids, o para beneficiar al hombre de tal forma que redunde en fortaleza, viveza, amor y bienestar? Si no realizamos la tarea – fundamental – de convencer a nuestros hijos que conviene respetar a los mayores y escuchar consejos; que si no caminamos por el sendero de la vida, erraríamos sin nuestro ejemplo testimonio de congruencia, razón y autenticidad; y si no vemos la forma de cambiar su irreverente forma de ser, como sociedad caeremos en un pozo profundo del cual nos será imposible escaparnos.

Por: Lic. Aureliano García Aguilar
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