El ACOSO escolar conocido ahora como “bullying” es un fenómeno que va en aumento en nuestras comunidades. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, 2014) ha  colocado a México como uno de los países con los niveles más altos de incidencia. Hay quienes  sostienen que éste es un fenómeno que ha venido ocurriendo a través de la historia y que los  jóvenes se comportan así independientemente de nuestros esfuerzos por cambiar la conducta.

Por otro lado, podemos ver que la violencia a nivel mundial ha disminuido con el paso del tiempo  (ver, “Los ángeles que llevamos dentro: el declive de la violencia y sus implicaciones” de Steven  Pinker). Pero independientemente de las controversias y de los puntos a favor o en contra, sabemos que el acoso es nocivo para el desarrollo psicológico y el rendimiento académico de las víctimas y  que, en casos extremos puede llevar hasta el suicidio.

Tratándose de los agresores, éstos también sufren consecuencias al llegar a la edad de adultos-jóvenes, ya que pueden actuar con violencia y, por consiguiente, habrá consecuencias lamentables.

En la actualidad, los medios electrónicos
como los videojuegos, internet, películas
y en las letras de la música encontramos
un alto contenido de violencia. Los jóvenes
se identifican con estas narrativas y
actúan de acorde a la información que
consumen.

Encima de esto no es de extrañar ver cómo los padres de  los agresores, cuando son citados  al  emocional2colegio porque su hijo manifiesta conductas antisociales, lo defienden, y se rompe el vínculo de las  autoridades escolares y en casa en detrimento de lo que pudiese haber sido una intervención ayudada para a cambiar la conducta del joven.

Por si fuera poco, se promueve la agresión de forma popular cuando los padres y otros familiares-adultos festejan el hecho de que su hijo es quien golpea a los otros compañeros en la escuela. El significado de acoso es “la de una conducta que se presenta repetidas veces del mismo agresor contra la misma víctima; o de un grupo, que liderado por un agresor, acosan a una víctima día tras día hostigándolo de diferentes maneras”. Esta definición nos ayuda a distinguir, aclarando cuándo y cómo se debe intervenir para proteger a la víctima e igualmente cómo ayudar al agresor para que modifique su conducta.emocional4

Sin embargo, la solución está en un cambio de cultura dentro de las instituciones educativas, donde se comprometen tanto estudiantes como docentes a reportar e intervenir, cuando son testigos de una agresión sistemática hacia alguien.

 

Existen varios tipos de acoso, entre los que se  encuentran:

emocional5-El acoso físico, que
va acompañado de golpes,
empujones, crear situaciones
para que la víctima tenga
accidentes, destrucción de
propiedad, etc.

-El acoso verbal, donde el
agresor hace uso de palabras
altisonantes y calificativosemocional3
humillantes.

-El acoso de exclusión, que es el más
sofisticado y de mayor prevalencia entre las
niñas, donde la víctima es ignorada y excluida
de todo tipo de actividad social o académica.

La nueva modalidad de acoso cibernético ha permitido que el agresor pueda crear perfiles anónimos y, desde ahí destruir emocionalmente a la persona, con imágenes y  descalificativos; su anonimidad difícilmente detiene las agresiones.

Estas agresiones que pueden tener diferentes orígenes, están marcadas por un desbalance de  poder. El victimario es superior física y/o psicológicamente y de esto se aprovecha; además,  muchas veces él está viviendo una situación de violencia en casa. La víctima, en contraste, carece  de las herramientas cognitivas y emocionales para poderse defender. Puede ser que está bajo un estado de sobreprotección en casa, lo cual le impide desarrollar sus propios mecanismos de  defensa.

Es importante señalar aquí el papel del observador, ya que en él se encuentra buena parte de la  solución. Normalmente educamos a nuestros hijos a no intervenir ante situaciones de reto, a  mantenerse al margen, a no reportar por miedo a represalias; pero en esto consiste precisamente el  ambio de cultura.

Debemos enseñar a nuestros hijos a reportar a las autoridades escolares cuando algo inapropiado  está sucediendo, más aún cuando la integridad física de un compañero se encuentra en riesgo.

Hay un fenómeno llamado “efecto del
espectador”, que consiste en mirar y
no hacer nada y cuando un ataque está
sucediendo, volteamos a ver qué es lo que
están haciendo los demás y a partir de eso
actuamos.

Este fenómeno ha sido estudiado ampliamente por Latane and Darley de Columbia University,  quienes encontraron además que, bajo situaciones semejantes, cuando una persona está sola  actúa para ayudar a quien se encuentra en una dificultad; pero si hay mucha gente nadie interviene.

emocional6

Lecciones como éstas, diseñadas para desarrollar habilidades sociales, formar carácter, aprender a resolver conflictos, entender cuál es la dinámica de la discriminación, por qué se da el abuso de  poder, en qué consiste la conformidad ante la presión de grupo y lecciones semejantes… son  esenciales para que los jóvenes cambien su paradigma del pensamiento, ya que sabemos que ellos   ellas quieren actuar de una manera ética pero no saben cómo, confundidos por los medios  masivos, electrónicos y los estándares sociales que promueven el egoísmo, menospreciando la  empatía, la solidaridad, la fraternidad y las virtudes en general. Como lo plantea el mitólogo Joseph  Campbell, señalando que hay un héroe dentro de cada uno de nosotros que se manifiesta en toda la narrativa épica de la humanidad. Es nuestra tarea como educadores, tanto padres como docentes,   despertar al ser de bien que se encuentra  dentro de cada uno de los jóvenes, para poder lograr el cambio que tanto anhelamos en nuestra sociedad.

 

Por: Mtro. Darío Sánchez
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