El Ego pertenece al yo.
Por lo tanto, esta es su visión.
Si volvemos la mirada hacia la calle, a las personas que nos rodean, o hacia donde se encuentran nuestras manos, notaremos que no sólo viven de su movimiento, sino también de algo que emana de ellos, llamado realidad. El término puede referirse como lo tangible, lo presente y lo existente; mejor dicho, la verdad.

Somos verdaderos debido a nuestros sentidos, sentimientos y cambios de ánimo; debido a que nuestro cerebro ejecuta más actividades (tanto de los órganos como músculos y el reforzamiento de la piel) en un 100%, que en un 10%, como la mayoría de los científicos afirma.

La realidad, que es una indudable verdad, es el ahora, y tristemente se nos va de las manos cada segundo.

Verán, el deseo más inconsciente e indecible de cada unoademás de innato, es el de creer que todo lo que vivimos se volverá nuestro al verlo, sentirlo y convertirlo en algo valioso; o dicho de otra manera, de guardarlo para nosotros el tiempo vivido.

A esto, damas y caballeros, continúa en aquellos planes de los propósitos
que deseamos alcanzar, con o sin soñarla como una fantasía, para sentirnos más que vivos, y así guardar el hecho antes de dormir, sin preocuparnos de que al amanecer despertaremos siendo otros o siquiera no despertar, pues
si esto ocurriera, nuestra vida habría carecido de sentido.

Y si no dejamos de ser el mismo, tenemos que esforzarnos por seguir nuestros caminos, aun si formamos una familia, un matrimonio, concubinato, noviazgo, camaradería o un dúo inseparable. Uno, y uno sólo,
quiere demostrar lo que ha aprendido, enseñarles lo que les puede servir para vivir mejor (si es que los advierte angustiados, obstinados, hartos).

Aquí llegamos a cometer un error. Queremos que la verdad de nuestra razón sea escuchada con la atención más fiel, pues todos somos humanos, y nuestro lenguaje es inseparable. Sin embargo, resulta que el otro no lo entiende. ¿Entonces es un tarado? Los demás me quieren callar y demostrar que ellos poseen las respuestas. Si son mis amigos, ¿por qué me llaman
mentiroso? Si es mi familia, ¿acaso no me dejan ser quien busco ser? ¿Por
qué la sociedad quiere moldear mi pensamiento como el de todos? ¿Dónde
está mi autonomía y autenticidad? ¡Quieren hacerme prisionero de lo que
simplemente prefieren callar e ignorar!

Cuál sería entonces nuestro propósito, nos preguntamos cabizbajos,
deseando con toda intensidad alejarnos por completo de lo que creíamos
ver, y con un peso inusual sujeto a nuestra espalda. Es innecesario,
estresante, mortificante. No deberíamos de sentirnos así con nosotros,
pues las consecuencias pueden llegar a enfermarnos de tanto, incluso de
misantropía.

Bondad… curiosamente el extracto de “bond”, como verbo en inglés, se
traduce a unión.

Entre las nubes sofocantes de nuestro ser, vemos a lo lejos a un desconocido
en la calle, o nos encontramos con la visita sorpresa de un pariente, o
incluso captamos el saludo de un compañero en medio del salón de clases.
Nos comienza a contar una anécdota, 
un pensamiento, una idea, ¡una maravilla que jamás se había contado! Y curiosamente nos envolvemos no de nosotros, sino de ellos.

Resulta fascinante cómo es que de entre todas las horas que le dedicamos al flujo de pensamientos, hayan instantes en los que nos apartemos de ellos, y vivamos una existencia compartida, como si a ese alguien no le molestara regalar su tiempo en un diálogo, a intercambiar pareceres y conocimientos.

La conversación se abre cada vez más mientras no le prestamos atención
a lo que tendríamos que estar haciendo. Claro que hay cosas en las que no
correspondemos con el otro, tal vez por ser muy extrañas o muy comunes,¡ni que fuera un clon de nosotros! Y nos detenemos, con un sello en los labios: el ego se absuelve.

Aquí se dispone (o se reinventa) la tolerancia y la convivencia, puesto que nacemos junto a un indeterminado número de personas alrededor del mundo. También habrán ocasiones en las que nos hablarán de lo que no hacemos bien, y les comentaremos lo mismo de ellos; sugiriendo varias maneras de ayudarnos, de arreglarnos. Así, no crecemos de la misma manera, sino como si fuéramos alpinistas, ofreciendo nuestra mano al otro,
y junto a la fuerza de una balanza, logramos que llegue más arriba, prestándonos al instante y con seguridad, su fuerza para subir. No es tan válido que nos repitan cada vez que “no hablemos con extraños”; sino, de qué otras maneras llegamos a hacernos amigos.

Supongo que ya se preguntaron qué tiene que ver con el título. Les ofrezco que decidan, ahora, su resolución.

Por: Mos