EN UN DORMIDO refrigerador, dentro de un compartimiento, acostado sobre sus amigas lechugas, se hallaba Tom el tomate. Desvelado y holgazán en aquella ocasión, sentíase incómodo respecto a su posición sobre sus vecinas. Entonces, levantándose, y con la fuerza de su inerme entidad, impulsó el cajón donde dormitaba frecuentemente al igual que la puerta de la nevera, pisando el fresco suelo de mármol, marchando a través de la entrada plegable de la mascota. Era de noche. Hallábase ahora en un jardín nada parecido al muestreo de las revistas del hogar (si es que tal publicación periódica es válida), donde tierra parda sumerge a los últimos restos de pasto fúnebre. En medio de aquél sitio, arrodillándose, cavó y se internó en los túneles de las hormigas; apenas pudo caber. Siguiendo uno de los tantos trayectos de las pequeñuelas, y evitando que estas le comiesen, llegó a donde tenía planeado tiempo atrás. -¿Es usted la manzana de la que todos hablan?- preguntó hacia una imagen que sus ojos no comprendían: atravesada por raíces marrones, donde habían hojas crecientes en ramas apenas perceptibles (pues claro, estaban bajo tierra en espacios extensos), una manzana, destemplada desde hace muchísimos años, encontrábase colocada en un trono sin asiento ni patas en uno de los muros de tierra. -Lo fui. Ahora sólo estoy hecha pedazos- respondió desangeladamente. -Necesito que me ayude. Situaciones sin comprender, y hubiera querido venir antes, pero el tiempo que poseía no era suficiente. -Tolerante te mantuviste, lucro obtuviste. Acompáñame a mí y a mi bebé serpiente también. -Es un gusano… -Si digo que es culebra lo es, y si no concuerdas conmigo puedes volver sin dudar a tu hogar. Tomás musitó algo ininteligible, pero se quedó callado. -Entonces- prosiguió la fruta casi decrépita, con el insecto rodeándole lo que antes era su torso-, ¿cuál es tu incertidumbre? -Quiero que me coman. -¿Cómo osas decir tal pensamiento desdichado para tu vida? -¡Estoy harto! He visto a mis hermanos caer en los cuchillos de licuadoras, siendo divididos en fragmentos para que no le sobre a alguien. Para eso servimos, no para vivir. -Obstruye tus labios y comprende mis palabras. Yo, que en el alba inicial mordieron mi cuerpo dos veces, terminado aquí, sembrado y permitiendo a mi semilla crecer un gran manzano de mis hermanas, hemos mantenido la vida de la criatura peculiar, balanceando el mundo; si no nos consumieran, la vida aquí concluiría y nos secaríamos, pensando que nuestra vida es insignificante. Además, nuestra misión es satisfacer el apetito de aquellos locos cuadrúpedos, transmitirles con nuestro aroma y sabor que valemos mucho más de lo que ellos tienen como convicción predeterminada. -Pero nuestros restos terminan oliendo horripilante, y nuestro estado molido cuando a ellos se les acaba el placer natural. -Correcto, pero siempre antes de que nos muerdan con sus colmillos, dejamos en sus manos una réplica aún no madura de nosotros, así continuamos nuestra labor sin fin. -¿Y el día que llegaran a tirar esa semilla en la basura?- preguntó Tom temeroso. -Descuida, no todos piensan lo mismo. -Pero, ¿si llegaran a pensar igual? -No veríamos que les ocurriría- respondió tenuemente. Tom permaneció en silencio unos instantes, mientras que la manzana podrida y sabia, veía escabullirse al gusanito entre los brazos cafés sepultados. Tom suspiró. -Si todos nosotros, plantas y verduras, fuimos originados para nacer, madurar, extraer de nuestro interior la o las semillas (aquellas evolucionan), ser consumidas y expulsadas de la forma más loca existente, ¿por qué yo, un tomate maduro y listo, pero no como voluntario para esa meta, y algunas otras amigas, podemos permanecer enseñando y cambiando rutinas alimenticias? -Ah- rió a lo bajo la de color bermellón-, esa respuesta no debe ni puede provenir de mí; en cambio, al autor de este texto, que ha ideado la ideología tuya y mía, tiene que resolver tu duda.

Tom se quedó perplejo al escuchar esto, y lo notó al instante. No recurrió a voltear a algún lado, ni verte a ti lector, oh no. Se concentró. -Mi creador, bueno, inventor de mi concepto y pensamiento, te pido, aunque esta pregunta ha sido ideada por ti como medio para comunicarme (además perdóname, o más bien tú, perdónate, por romper la barrera), ¿para qué sirve alguien como yo, si no alimento a nadie? Bueno, Tomasito, te escogí porque necesitaba a alguien que en su camino, se diera cuenta de cómo nuestro mundo, el que compartimos tú y moi, ha transcurrido con respecto a su flora, fauna, tecnología y costumbres, ya que algunos afirman que, no hemos cambiado ni modificado lo que nos hemos propuesto de antaño, pero en verdad sí lo hicimos, de diferentes maneras. Y déjame decirte que importas mucho, más para mí y mis camaradas, ya que si no has tenido en cuenta recientemente, has cambiado para bien la salud de pocas personas. Sé que ese término es breve y leve, pero con el tiempo, mientras más nos escuchen, nos sorprenderemos un día que les marcamos una felicidad a tus compatriotas y a mis compañeros. Eres mi mensajero imaginario y real, a ti te escuchan no sólo niños, sino adultos diferentes. No abusé de ti, no pienses eso. Te regalé una maravilla, que por lo tanto es factor primordial en el presente, en la historia y en el porvenir: ser alguien e interactuar. Y espero que ellos nos comprendan y cambien para mejorar. Se quedó sin palabras. -Vaya, eh- reanudó Tomás-, que raro y curioso se lee eso. Pero me alegra tanto que ese sea un presente benigno y forzudo. ¡Tanto! Eso esperaba. -Bueno autor, tendré que despedirme del manzano leyenda y prepararme para una mañana común y corriente pero con propósito. Ayudarte con eso haré. Veo a lo lejos la esfera menos sombría que existe, atisbando por las montañas sinuosas. -¡Oh no! No he dormido lo suficiente. No te preocupes, puedes servir día y noche. -¿En serio? ¡Genial!- saltó y sonrió. No hay de qué. Pero en ese instante vaciló y se quedó cavilando. -Sólo algo más. Dime. -En aquel dibujo mío y del manzano que hizo en este artículo, ¿podría perfeccionar mi cuerpo y hacerme más robusto? Con mofa, proferí un au revoir.

Por: Martin Chávez Castillo
Estudiante de preparatoria
[email protected]