Estamos siendo testigos de una nueva epidemia mundial.

Existe un aumento en patologías clínicas y neurológicas debido al tiempo que los niños y jóvenes dedican a estar frente a una pantalla. Quienes hemos ido observando los avances tecnológicos, desde la introducción de la computadora personal en 1982, no fuimos conscientes de lo  potencialmente dañinos que ciertos dispositivos serían para nuestros hijos, tales como el desarrollo de sus cerebros, habilidades sociales y personalidad

Hemos dejado los libros y los periódicos para tomar
el celular, la tableta o la PC. Estamos siendo convertidos
en consumidores de información.

¿Podríamos decir que esto es una enfermedad? Los estudios realizados en el cerebro de una persona que invierte tiempo observando una pantalla, es exactamente similar al cerebro de una persona con adicción a una droga: se afecta el lóbulo frontal del cerebro y se va encogiendo poco a poco, además de estimular y elevar la dopamina, motivador de la adrenalina.

En Estados Unidos, el 75% de los niños de 3 años ya cuentan con su propio dispositivo móvil. Se está introduciendo la tecnología a los niños desde una temprana edad, pasando de 5 a 7 horas frente a ellos. La pregunta lógica es: ¿Qué efecto tiene?

Nacemos con el cerebro sin desarrollar del todo. El cerebro de un recién nacido aumenta el triple en los dos primeros años, y lo hace como una respuesta directa a la estimulación externa.

La sobre estimulación de un cerebro en desarrollo, puede
acortar el periodo de atención de un niño; si se satura a los niños
con dispositivos multimedia, desarrollarán una mente que espera
esa entrada de información de alto nivel y la realidad será aburrida. No
será lo suficientemente “rápida” para ellos.

El cerebro humano ha ido evolucionando con el tiempo para procesar los eventos que pasan en el mundo real. Estos eventos pasan a “velocidad real”. El cerebro del niño sobre estimulado con pantallas, trata de adaptarse a un mundo que no existe. Al enseñarle demasiada tecnología rápida muy pronto, esperará que el mundo funcione así; logra que le sea más difícil concentrarse en las cosas que pasan a un ritmo normal. Necesitamos niños, jóvenes y adultos que puedan concentrarse.

Hay que poner límites a la cantidad de tiempo que los niños pasan frente a una pantalla. En niños menores de 2 años se recomiendan no más de 30 minutos al día. Según los estudios, es el tiempo que un niño interactúa con juguetes de verdad.

La pregunta clave aquí es, ¿qué se está reemplazando al usar
una pantalla? Es decir, qué podría estar haciendo el niño en
vez de jugar con una pantalla. Imaginemos una escena en donde
una familia de cuatro tiene su pantalla: se remplaza el hablar
entre ellos, convivir; lo básico y fundamental en la relación familiar.

Las implicaciones a futuro no son muy alentadoras. No estamos diciendo que se deje de usar la tecnología. Esto es casi imposible, ya que todos dependemos de una u otra forma de ella. Pero de verdad se recomienda
cuidar a los niños, pues el daño es en su desarrollo.
Quienes crecimos de niños con la televisión, no tuvimos el mismo efecto dañino, ya que las pantallas modernas son interactivas y sobre estimulantes.

No es casualidad que las enfermedades mentales en los niños y jóvenes han venido aumentando en todo el mundo, tales como la depresión, suicidio, desórdenes de ansiedad. Dependerá de la resiliencia de cada niño o joven si llega a abusar o balancear el tiempo que dedica a la pantalla y redes sociales.

 

 

Por: Martín Chávez López
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